Dios salve a Porsche: el 911 Mary Stuart
Diseñado para dominar en circuito y retar los límites de la aerodinámica, el Porsche 911 Carrera RSR 3.0 “Mary Stuart” es una pieza única en la historia del motorsport. Su alerón posterior, tan osado como efectivo, lo convirtió en un icono visual y técnico del año 1974.
Cuando Porsche decidió presentar un nuevo contendiente para la temporada de 1974 del Campeonato del Mundo de Resistencia, lo hizo sin medias tintas. El Porsche 911 Carrera RSR 3.0 fue el último exponente de una generación de deportivos que llevaban al límite la concepción del 911 como máquina de competición. Entre todos ellos, uno destacó por su porte salvaje y silueta irrepetible. El 911 conocido por su apodo entre los aficionados, “Mary Stuart”.

El sobrenombre hace referencia a la forma de su zaga trasera: una especie de gran cuello aerodinámico que recordaba, de forma nada sutil, a las gorgueras que lucía la reina escocesa del siglo XVI en sus retratos. Esta inconfundible línea fue diseñada con la finalidad de reducir la resistencia y generar apoyo aerodinámico en el eje trasero, clave para mantener la estabilidad a altas velocidades. Este detalle técnico se une a otros elementos que hacen del “Mary Stuart” una pieza única.

Basado en la especificación del RSR 3.0, el coche incorporaba soluciones derivadas directamente de los prototipos de Le Mans, entre ellas una carrocería de fibra y aluminio, vías ensanchadas, tomas de aire sobredimensionadas y un peso contenido que no superaba los 900 kilos. El motor bóxer de seis cilindros, refrigerado por aire, desarrollaba más de 330 CV, pero su verdadera fortaleza no eran las cifras, sino la manera en que gestionaba la potencia.

Porsche construyó esta unidad de forma casi artesanal en el departamento de competición de Weissach. Solo una unidad de este tipo fue completada con las especificaciones que hoy conocemos bajo el apodo de Mary Stuart, lo que aumenta su estatus como unicornio técnico. El coche fue confiado a Gijs van Lennep, piloto neerlandés de gran experiencia y carácter técnico, para participar en las 6 Horas de Dijon de 1974. Aquel debut fue tan espectacular como fugaz. El coche mostró un rendimiento extraordinario, pero abandonó por problemas mecánicos tras liderar buena parte de la prueba.

El Mary Stuart nunca volvió a competir de forma oficial. Porsche había decidido centrar sus recursos en los prototipos del Grupo 5 y en el incipiente desarrollo del 935. El RSR 3.0 evolucionó hacia otros formatos, pero este ejemplar quedó como un testigo excepcional de un momento de transición entre el GT de carreras y el coche laboratorio. Durante décadas permaneció en las instalaciones de Porsche Motorsport como referencia técnica, sin apenas mostrarse en público.

Con el tiempo, el coche fue restaurado a su configuración original por el propio departamento histórico de Porsche, y se ha dejado ver en eventos como el Goodwood Festival of Speed o en exposiciones de fábrica. Su gran alerón, sus líneas extremas y su acabado gris metálico con detalles en rojo y azul han servido de inspiración para reinterpretaciones modernas en programas como Sonderwunsch o en modelos tributo creados por coleccionistas.

En cuanto a detalles técnicos, la suspensión del Mary Stuart incluía geometrías ajustadas a circuito, con un sistema McPherson delantero y brazos oscilantes traseros reforzados. Las llantas Fuchs eran de magnesio y estaban ancladas mediante tuerca central, un detalle tomado directamente de los prototipos de resistencia. El sistema de frenos, con pinzas de cuatro pistones y discos ventilados, ofrecía un rendimiento a la altura de los grandes desafíos del campeonato.

La carrocería del Mary Stuart incluía soluciones como pasos de rueda desmesurados, canalizaciones de refrigeración para los frenos y una toma de aire en el capó trasero que alimentaba directamente los carburadores. Todo el conjunto era una declaración de intenciones: velocidad, equilibrio y radicalidad. Cada línea tenía una función, cada centímetro estaba puesto al servicio de la eficiencia. No existía espacio para el adorno. Solo para la función.

A diferencia de otros modelos desarrollados por Porsche para competición, el Mary Stuart no fue pensado para la venta privada ni para ser adaptado a otros campeonatos. Fue una creación puntual, un ejercicio de ingeniería máxima en formato 911. Por eso, cada vez que aparece, su presencia se percibe como un acontecimiento. Es un coche que no solo representa una época, sino que resume una filosofía: la de ir siempre un paso más allá en nombre de la técnica.

Pocas veces un solo ejemplar ha sido capaz de generar tanta fascinación. El Porsche 911 Carrera RSR 3.0 “Mary Stuart” sigue siendo una de las piezas más singulares del archivo Porsche. No necesita títulos ni victorias para ser una leyenda. Basta con mirarlo para entender por qué forma parte del panteón más selecto de la historia de la automoción.