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porsche martini racing
Porsche 935

El salvaje sueño de un ciclista tras la estela del Porsche 935 Turbo Martini

Henri Pescarolo ha sumado en su vida numerosas victorias. Fue uno de los pilotos de coches más reconocidos y exitosos de la década de los 70. Después de 33 participaciones y cuatro victorias, su nombre aún evoca recuerdos en las 24 Horas de Le Mans, pero el francés no solo es conocido por lograr cuatro victorias absolutas en esta prueba de resistencia, sino también por ser una de las piezas clave en un hito histórico del ciclismo.

Que un Porsche alcanzara en el año 1978 la velocidad de 240 km/h no es noticia. Que un Porsche 935 lo hiciera con una bicicleta detrás y buscando que se cumpliera el sueño de un ciclista, sí. Jean-Claude Rude era ese deportista que con solo 23 tenía un claro propósito: batir el récord de velocidad sobre dos ruedas. Y para conseguirlo necesitaba una bestia tan salvaje como su sueño, el Porsche 935 Turbo Martini.

El Porsche 935 no solo fue diseñado para dominar los campeonatos de Gran Turismo, se convirtió en uno de los iconos de las carreras de resistencia de la época. Entre 1976 y 1984 consiguió más de 150 victorias en todo el mundo y en 1979 hasta llegó a ser único en el podio de vencedores. Tres de los Porsche 935 que competían se alzaron con la victoria, siendo el primer puesto para los pilotos Klaus Ludwig y los hermanos Don y Bill Whittington con el Porsche 925 K3 de Kremer, y el segundo para Paul Newman, que pilotaba junto a Rolf Stommelen y Dick Barbour su Porsche 935. 



Cuando Porsche presentó este deportivo con una potencia de casi 600 CV en el año 1976, y gracias al cual ganó el Campeonato Internacional de Marcas cuatro veces seguidas, no imaginaba que sería un coche no solo destinado a hacer historia en el circuito. Con una aerodinámica brillante y un característico alerón en forma de cola de ballena, el Porsche 935 Turbo Martini recorría Le Mans como el más rápido de la pista, y fue el elegido por el ciclista Jean-Claude Rude como el complemento indispensable para su nuevo reto en 1978.

En manos del piloto Henri Pescarolo el Porsche 935 Turbo Martini se convertía en el arma perfecta para fulminar el récord que antaño consiguiera por primera vez el francés José Meiffret, el primer ciclista que superó los 204 km/h en bicicleta en el año 1962 a rebufo de un Mercedes 300 SL. Tras él, el médico estadounidense Allan Abbott, alias ‘The Flying Doctor’, mejoró la marca cuando alcanzó una velocidad de 223,466 km/h detrás de un Chevrolet de 1955 el 25 de agosto de 1973.



Jean-Claude Rude necesitaba que Porsche le abriera camino en su sueño con su máquina más salvaje, un deportivo capaz de desarrollar 800 CV de potencia y que en manos del piloto Henri Pescarolo se convertía en mítico. El turbo, extremadamente complicado de dosificar hasta en las manos más expertas, permitía ganar fuerza de una forma inmediata, pero también transformaba el deportivo en una bomba de relojería para este reto. Si el ciclista salía del rebufo del Porsche, la caída sería mortal. 

Para generar ese rebufo y romper el aire que frenaría al ciclista, el equipo Martini Racing acopló una pantalla trapezoidal a la trasera del Porsche 935 que permitía evitar al máximo el viento. Un rodillo a lo largo del parachoques permitía a Rude acercarse lo más posible con la rueda delantera de su bicicleta a la rueda trasera del coche asegurando que se mantuviera en la estela. Casi parecía meterse dentro del deportivo. 

La Bianchi elegida por Jean-Claude Rude contaba con un piñón pequeño que le permitía dar pedaladas con un gran desarrollo, para aumentar aún más su velocidad, y el plato delantero tenía casi la misma circunferencia que la propia rueda. La meta era alcanzar los 240 km/h. El motor del Porsche 935 le ofrecería ese impulso inicial y una moto le ayudaría desde la parte trasera a alcanzar esa velocidad de crucero. Luego sería trabajo únicamente de sus potentes piernas, necesarias para mantener el ritmo y no velocidad.

El circuito elegido, al contrario que Meiffret y Abbott que utilizaron largas rectas para lograr esas marcas pedaleando, fue la pista de pruebas de Volkswagen cerca de Wolfsburgo, llamada Ehra-Lessien. El ciclista no pudo conseguir esa ansiada recta infinita que resultaba ideal para su propósito y tuvo que conformarse con la que Ehra-Lessien le ofrecía, que comenzaba y finalizaba en curva. 

El miércoles 23 de agosto de 1978 comenzó todo. Todo estaba listo. Bajo el pie de Henri Pescarolo el Porsche rugía. En estas condiciones, la vida de Jean-Claude Rude estaba en manos del piloto. Ambos deberían aumentar gradualmente la velocidad para asegurarse de que Rude permaneciera en la estela del Porsche. 

Jean-Claude Rude acelera hasta los 150 km/h, cuando sale de la empinada ladera. Tiene siete kilómetros para alcanzar los 240 km/h. Pescarolo acelera con el ciclista cuando sucede lo inesperado: Rude pierde el control de su bicicleta. La rueda trasera revienta y milagrosamente, el ciclista consigue recuperar el control de la bicicleta hasta que pierde velocidad y se detiene sano y salvo. El sueño se truncó y nunca volverían a intentarlo, ya que Jean-Claude Rude murió en un trágico accidente al año siguiente.

Cuarenta años después de este salvaje intento, el ciclista Neil Campbell alcanzó los 240 km/h esta vez ayudado por un Cayenne Turbo. Un sueño cumplido tras la estela de un Porsche.