Compartir 

Entre valles y cumbres en el Pirineo Aragonés

Escaparse al Pirineo aragonés es siempre una buena idea. En invierno, cientos de kilómetros de pistas blancas te invitan a deslizarte en sus estaciones de esquí, entre picos nevados y espectaculares valles. En verano, los senderos de montaña y las pozas e ibones donde zambullirse son la recompensa perfecta a tus caminatas.

Pero es precisamente ahora cuando el Pirineo está en su mejor momento, con el otoño sacándole los colores. En el Valle de Tena, el Río Gállego es la brújula que nos marca el camino, dejando atrás pintorescos pueblos como Biescas, Piedrafita y Panticosa, con su coqueta estación de esquí en los mismos pies del pueblo y bordeando pantanos como el de Búbal, atravesado en las alturas por una tirolina extrema y Lanuza, con la coqueta aldea del mismo nombre en su orilla, para regalarnos la primera postal del viaje. Abandonado durante 45 años por la construcción del embalse que suponía iba a sumergir todas las casas, Lanuza es hoy un homenaje al tesón sus habitantes que en los años 90, recuperaron las casas que no fueron engullidas por el agua y para dar una segunda vida a este pueblo de cuento. Las actividades acuáticas en el lago y sobre todo, el Festival de las Culturas Pirineos Sur, que cada julio congrega sobre un espectacular escenario levantado en el lago lo mejor del panorama musical internacional, convirtiendo este pueblecito en una de las paradas más atractivas del circuito de festivales veraniegos en nuestro país.

La niebla entrando por el Col du Pourtalet

 

Pantano de Lanuza

 

Nuestra primera parada está en Formigal, donde nos espera el Porsche Destination Charging en el Hotel Alto Aragón, edificio de montaña en un paraje rodeado de cumbres con tejados de pizarra negra y gruesos muros de piedra y madera en las ventanas, que nos regala vistas espectaculares. Pero si hablamos de vistas y de paisajes que te dejan sin aliento, a solo siete kilómetros de aquí, el paso fronterizo del Col du Pourtalet, que abre la puerta a Francia, nos regala un valle grandioso en el que se divisan a lo lejos manadas de caballos pastando en el verde de sus praderas. Tan dramático como el paisaje es el clima, que en este valle puede cambiar en un instante cuando entra la niebla entre un corredor formado por picos y en minutos hacen desaparecer el valle como por arte de magia. Al otro lado de la frontera, el sol sigue luciendo ajeno a los caprichos de la meteorología en suelo francés.

Porsche Destination Charging en el Hotel HG Alto Aragón

 

Las ventas en el antiguo paso fronterizo son una parada obligada para llenar el maletero de nuestro Taycan con quesos de Gabás, salchichones de todas las regiones de Francia y los más exquisitos patés del país vecino. Con los jugos gástricos alerta, es hora de comer, y ningún lugar mejor para hacerlo que en el restaurante Martón, un clásico familiar renovado hace apenas unos años, convertido en la referencia gastronómica de la región (su menestra de verduras y sus carnes a la brasa son legendarias). Por si la comida no fuera suficiente excusa para acercarse hasta aquí, Sallent de Gallego, el coqueto pueblo donde está este restaurante, con sus calles empedradas y casas de piedra recia, es posiblemente, el más bonito de todo el Valle de Tena.

Casas de piedra y tejados de pizarra en Sallent de Gallego

 

Con el nuevo día es momento de darle gusto a nuestro coche por carreteras serpenteantes y dirigirnos hacia el extremo noroccidental del Pirineo Aragonés, hasta El Parque Natural de los Valles Occidentales, que nos recibe con un despliegue de majestuosos picos, evocativos hayedos, gargantas fluviales y rutas que combinan naturaleza en estado puro con pueblos históricos con aroma medieval. Los valles de Ansó y de Hecho no necesitan el altavoz de las estaciones de esquí de sus valles vecinos para hacerse notar. Ansó, un pueblo de piedra antigua, considerado de los más bonitos de España, es su particular reclamo. Calles adoquinadas, casas impolutas con puertas de madera y el orgullo de seguir siendo uno de los pocos pueblos mancomunados que aún quedan en Europa. Los dueños del territorio son los 400 vecinos del pueblo y suyas las decisiones sobre un pueblo que ha apostado por conservar su legado arquitectónico y sus tradiciones, intactas. Este legado está presente en el famoso traje ansotano, el más antiguo de Europa, en las vitrinas del museo del traje y en la calle cuando los vecinos lo lucen, orgullosos durante la fiesta celebrada en su honor. La torre medieval, la iglesia de San Pedro y las casonas nobles con escudos de armas, nos dan pistas de un pueblo pujante, apoyado en los lomos de su descomunal cabaña ovina. Esas mismas praderas de pastos infinitos y esa naturaleza en estado puro, son también hoy el gran reclamo de este valle. Desde aquí arrancan las rutas hacia algunos de las lugares más espectaculares del Pirineo occidental.

Pasarelas sobre el río Caldarés en Panticosa

 

Pasarelas sobre el río Caldarés en Panticosa

 

Pasarelas sobre el río Caldarés en Panticosa

 

A tan sólo 6 kilómetros, en una ruta apta para todos los públicos, nos espera el Valle de Aguas Tuertas, un imponente valle de origen glaciar que se abre entre montañas de 2.000 metros formando praderas verdísimas sobre las que el río Gállego Subordán se retuerce en caprichosos meandros. Al final del valle, una sorpresa neolítica en forma de pequeño dolmen (el Dolmen de Achar Aguas Tuertas) que junto a otros vestigios prehistóricos salpicados a lo largo de las rutas, nos confirman que estos valles también encandilaron a nuestros predecesores hace 5.000 años. Junto a los altivos picos que flanquean las rutas los otros protagonistas del valle son los frondosos bosques (aquí los llaman selvas), evocadores en cualquier estación y mágicos en otoño. Bajo la mirada granítica de la sierra de los Alanos, el hayedo de Zurita es posiblemente el más espectacular de todos (con el permiso de las hayas monumentales que crecen en el bosque de Gamueta). Es hora de reponer fuerzas tras la caminata y al rescate, en los márgenes de la preciosa carretera de Zuriza, aparen puntuales las bordas, antiguos establos de piedra donde cobijar al ganado y almacenar heno, reconvertidos en rústicos restaurantes donde degustar unas buenas migas un plato de cuchara o un chuletón al calor de la chimenea en invierno y al fresco de sus terrazas en verano. Si sientes que tu esfuerzo merece una recompensa aún mayor, el restaurante Gaby, en el pueblo de Hecho a veinte minutos de aquí, es la referencia gastronómica del valle y razón en sí misma para acercarse hasta aquí. En Hecho, los mitos y leyendas típicos del Alto Aragón, viven aún en las chimeneas troncocónicas de piedra (chacineras) sobre los tejados de las casas, coronadas por los “espanta brujas”, objetos de piedra de distintas formas que impedían que las brujas se colaran por el único resquicio abierto de las casas. 

 

Chimenea troncocónica de piedra en Hecho

 

Meteorología cambiante en el paso fronterizo con Francia

 

Desde Hecho, a tan solo dos kilómetros y medio, está la localidad de Siresa, famosa por su espectacular monasterio románico de San Pedro de Siresa, considerado el más antiguo de Aragón y presunto refugio del Santo Grial. Flanqueando el enorme ábside semicircular, varios pequeños retablos del siglo XV y un verdadero tesoro en forma de cristo medieval de madera policromada, encontrado durante la restauración del templo en 1995, enterrado bajo el altar. Con los deberes históricos hechos, es hora de volver a la naturaleza. La sinuosa carretera parece ser engullida por el cañón fluvial del río Gállego Suburdán en la adecuadamente llamada la Boca del Infierno. Paredes de roca que se inclinan sobre la carretera en un angosto pasaje. Cuando al final la garganta se abre por fin nos espera la Selva de Oza, un frondoso bosque de hayas y abetos blancos repleto de senderos que cruzan bosques, prados y arroyos. Un lugar de ensueño donde perderse y encontrarse a la vez.

 

Retablo de San en la iglesia de San Pedro de Siresa

 

Atardecer en el Col du Pourtalet

 

Rafael Estefanía
Travel writer, photographer and video journalist