Compartir 

Madison McQueen, una pasión heredada

El legado de Steve McQueen se extiende hasta la pasión heredada a su nieta por Porsche. Una herencia con un recorrido y una historia tan emocionante como el gran McQueen.

Madison McQueen nació en 1996 y su cuenta de Instagram es el reflejo más fiel de la gran pasión de su vida: los coches. Concretamente de la misma marca que enamoró a su abuelo, de quien cualquier amante del cine ha oído hablar. El legendario Steve McQueen inculcó en su nieta la pasión por Porsche sin siquiera haberse conocido. Una pasión heredada que continúa en la joven.

Steve McQueen afirmaba que no estaba seguro de si era un actor que pilotaba o un piloto que actuaba. Lo cierto es que viendo cómo sus manos agarraban el volante en la famosa película “Le Mans” no cabe ninguna duda de que su alma de piloto tomaba el control cuando conducía. Su amor por Porsche comenzó cuando se compraba su primer Porsche, un 356 A Speedster negro a finales de los años 50, con lo que eran sus primeros ingresos como actor.

Desde entonces su vida como actor estuvo ligada al mundo del motor al igual que su vida como piloto, ya que desde el 31 de mayo de 1959, compitió en carreras oficiales siempre que pudo. Su momento cumbre como actor cumplió sin quererlo uno de sus sueños cuando comenzó el rodaje de “Le Mans”, la película dirigida por Lee H. Katzin en 1971, y pudo competir, aunque solo fuera en la ficción, en la carrera de resistencia más famosa del mundo.

La segunda generación McQueen llegaba con Chad, el primer y único hijo de Steve y Neile McQueen que nacía el 28 de diciembre de 1960 en Los Ángeles, California. Siguió los pasos de su padre como actor, participando en películas como “The karate kid” o “​​New York Cop”, aunque lo realmente interesante es que también seguiría sus pasos en lo que a los coches se refiere.

Sin duda, haber vivido en primera persona el rodaje en Francia de la película más famosa de su padre, le marcaría para siempre. Tanto que él mismo afirmaba durante la proyección del documental sobre su padre en el Festival de Cine de Cannes en 2015 que ese verano en Francia "estaba tan loco por las carreras que el primer día que llegué al set, todos los conductores estaban en un grupo, y yo sabía quiénes eran todos".

Se pasó el verano suplicando subirse a uno de los coches, sin saber que luego se dedicaría a ello de forma profesional. Un día su padre se detuvo en un Porsche 917 haciéndole señas para que entrara. Chad McQueen lo recuerda como si fuera ayer, como un vívido sueño del que apenas acabas de despertar. "Probablemente fue el momento más decisivo de mi vida. La fuerza, el sonido del motor… Era violento, era hermoso, era algo que tenía que volver a tener. Me senté en su regazo, puse mis manos en el interior del volante y él me dejó conducir un poco. Tenía 10 años, pero entonces supe que sería piloto de competición sin importar nada".

Lo hizo. Su carrera como piloto profesional comenzó en la SCCA donde se convirtió en campeón nacional y siguió durante años hasta que en 2006, al volante de un Porsche GT3 y durante los entrenamientos de las 24 Horas de Daytona, sufrió un grave accidente. 

En 2010 Chad lanzó McQueen Racing, una empresa enfocada hacia el desarrollo de automóviles, motocicletas y accesorios personalizados de edición limitada y alto rendimiento, proyecto que comparte con la tercera generación McQueen, su hija Madison. Era imposible que la gasolina no corriera también por sus venas.

La joven es cofundadora y responsable de Merchandising y Redes Sociales de McQueen Racing y es una de las personalidades más interesantes en el mundo del motor actual, no sólo por ser la nieta de Steve McQueen, sino por su relación con la marca Porsche, que sigue la misma línea que tuvo su padre y su abuelo antes que él. 

Su coche favorito es el 911, del que dice que siempre ha estado presente en su vida, y que describe como “Sexy, ruidoso y divertido”. Con un Porsche 911 GT3 RS y un Porsche 356 en su garaje, Madison demuestra cada día en sus redes sociales que es una apasionada de la marca. Su trabajo en McQueen Racing es un ejemplo de los valores que comparte con Porsche: la pasión por la conducción, el respeto por la tradición y la historia, y la búsqueda constante de la perfección.

Se declara adicta a todo lo que lleva el nombre de Porsche y Ferdinand Porsche es uno de los personajes históricos a los que más admira. Para ella, igual que lo fue para su padre y su abuelo, conducir un Porsche es algo muy especial. Tanto que uno de los momentos más bonitos de su vida en sus propias palabras, fue junto a su padre Chad McQueen en el circuito de Thermal, California, con un Porsche 911 S/T de 1971. 

Dicen que de tal palo tal astilla y si de algo puede presumir Madison McQueen es de parecerse a su familia. También en las cosas que ama, como Porsche, que ya es para los McQueen una pasión heredada.