“Nijntje”, el 911 Hot Rod: un lobo con piel de conejo
Nijntje, el famoso conejo de los cuentos infantiles holandeses, da nombre a un Porsche 911 de 1965 convertido en hot rod. Bajo esa apariencia inocente se esconde un deportivo radical que refleja la pasión de Marcel Cornelius por reinterpretar la esencia Porsche con respeto e ingenio.
La colección de Marcel Cornelius es una de esas historias que encajan con la esencia Porsche: pasión, dedicación y la búsqueda de un estilo de vida donde los deportivos se convierten en parte de la identidad. Su escenario, un antiguo almacén vinícola de Maassluis, Países Bajos, transformado tras seis años de restauración en un espacio de 800 metros cuadrados, refleja esa unión entre patrimonio y modernidad. Arriba, un loft familiar. Abajo, unos 350 metros cuadrados destinados a lo que de verdad late en su vida: una colección Porsche que es tanto refugio como laboratorio de sueños.
La pasión de Marcel por Porsche nació en la infancia, cuando alineaba en la estantería pequeños modelos a escala soñando con el día en que tendría uno real. Ese sueño lo ha llevado hasta una docena de deportivos, muchos en perfecto estado original y otros cuidadosamente personalizados con la posibilidad de revertirlos en cualquier momento a su configuración de fábrica. Su colección es un homenaje vivo al espíritu de Stuttgart y a la cultura Porsche que atraviesa generaciones.
Lo que hace especial esta colección es la coherencia en torno a una época y una estética muy definida. Gran parte de sus deportivos pertenecen a la generación 964 del Porsche 911, producida entre 1989 y 1994. Para muchos porschistas, el 964 es el eslabón perfecto entre lo clásico y lo moderno: fue el primer 911 que incorporó tracción total en la versión Carrera 4, dirección asistida y frenos ABS de serie, pero manteniendo la pureza del motor bóxer refrigerado por aire. Con su diseño atemporal, sus paragolpes integrados y la silueta icónica del 911, el 964 representa un momento clave en la evolución de Porsche.
Marcel ha sabido leer esa importancia y ha convertido al 964 en protagonista de su garaje. La mayoría de los ejemplares de su colección pertenecen a esa generación, algunos en estado original y otros personalizados con extremo cuidado para poder volver a la configuración de fábrica en cualquier momento. Es su manera de rendir homenaje al legado de Porsche sin renunciar a imprimir su propio sello. Colores llamativos como verdes intensos o naranjas brillantes conviven con restauraciones sobrias que respetan las tonalidades de época. Cada unidad habla de una visión concreta del 964, ya sea en clave purista o con toques de reinterpretación moderna.
Entre todas las piezas de su garaje, la joya más personal es un hot rod basado en uno de los primeros 911 de 1965. Marcel lo encontró en Estados Unidos, completamente libre de óxido y con detalles propios de las unidades más tempranas, como las rejillas de bocina de cuatro tornillos y los marcos de ventanilla tipo ’64. No tardó en desmontarlo por completo y someterlo a un proceso de restauración total, al que añadió una serie de modificaciones que lo transformaron en un Porsche radical, pensado para disfrutar tanto en carretera como en circuito.
El proyecto implicó sustituir el motor original por un seis cilindros bóxer 3.0 litros de mayor potencia y un cambio dogleg procedente de un 911 S de 1968, combinados con suspensión mejorada, barras estabilizadoras, discos ventilados y pinzas Brembo de época, similares a las que Ferrari utilizaba en competición. El resultado es un coche que a simple vista parece clásico y elegante, pero que bajo la piel esconde un rendimiento muy superior al que cualquiera esperaría. Incluso conserva un aire de discreción: solo las llantas de 16 pulgadas y un interior con guiños de competición revelan que se trata de un auténtico lobo con piel de cordero. No por casualidad, Marcel lo bautizó con el cariñoso apodo de Nijntje (el conejo Miffy de los cuentos infantiles holandeses), por esa mezcla de apariencia dócil y carácter feroz.
El hot rod refleja a la perfección la filosofía del coleccionista del respeto absoluto por la esencia Porsche, pero con la libertad creativa de adaptar cada pieza a su visión personal. Es un coche que sorprende tanto en la carretera como en las concentraciones de aficionados, donde muchos se detienen incrédulos al descubrir su pedigree. Esa capacidad de emocionar es, al final, lo que hace que el proyecto tenga tanto valor para su propietario.
El gusto por la autenticidad se percibe en cada detalle. Marcel ha invertido años y una enorme cantidad de energía en devolver a la vida deportivos que no son simples piezas de colección, sino máquinas listas para volver al asfalto y al circuito. Su idea no es acumular, sino completar proyectos que reflejen un vínculo emocional con Porsche. Por eso muchos de sus coches aún están en fase de restauración, con la promesa de que todos acabarán rodando de nuevo.
Para los coleccionistas, historias como la de Cornelius tienen un valor especial porque demuestran que la pasión Porsche no se mide únicamente en números de chasis o rarezas de catálogo, sino en la relación íntima que cada propietario establece con sus coches.