Porsche 911 GT1 98: pura leyenda viva de los años noventa
El 911 GT1 del año 1998 fue el primer Porsche con chasis fabricado en fibra de carbono. Gracias a su renovado diseño, la marca celebró su 50 aniversario por todo lo alto con una doble victoria en Le Mans. La número 16 ya estaba en nuestro poder y el histórico récord seguía creciendo.
El 911 GT1 se desarrolló a mediados de los noventa para su participación en equipos tanto oficiales como privados del automovilismo GT. Esta leyenda de los años 90 debutaría en el circuito de la Sarthe en 1996.
Fue el primer ‘nueveonce’ con un motor central refrigerado por agua que, además de tener una distribución uniforme del peso sobre los ejes, también ofrecía una serie ventajas aerodinámicas inéditas hasta la fecha.
Ya nada más estrenarse, el nuevo GT de carreras se colocó en el segundo y tercer puesto de la clasificación general de Le Mans, por detrás del Porsche TWR WSC 95 del equipo Joest, y obtuvo una doble victoria en la categoría GT1.
En 1997, los dos 911 GT1 se tuvieron que retirar de Le Mans poco antes del final de la carrera debido a problemas técnicos. Al año siguiente, Porsche envió a la línea de salida una versión rediseñada del 911 GT1: el primer deportivo de Porsche con chasis de fibra de carbono.
Gracias a este nuevo monocasco de plástico reforzado con fibra de carbono (PRFC), a una nueva suspensión en el eje delantero y al ahorro de peso aplicado en la batería y el alternador, se pudo reducir la carga del 911 GT1 98 en unos 50 kilos aproximadamente respecto a su predecesor.
El consumo también se pudo disminuir gracias a una gestión modificada del motor. Otra novedad importante fue el embrague especial de competición de tres discos, hecho también de fibra de carbono, para una transmisión más efectiva de los 550 CV de potencia que desarrollaba su motor bóxer biturbo de seis cilindros.
El Porsche 911 GT1 98 es especialmente recordado porque fue uno de los coches más eficientes y fiables de Porsche. Sus prestaciones eran, a priori, inferiores a las de sus rivales directos; sin embargo, el magnífico equilibrio de su construcción le sirvió para imponerse con superioridad en la carrera de las carreras y llevarse el triunfo número 16 para Stuttgart, ampliando la leyenda de la marca en las 24 Horas de Le Mans.
Este emblemático deportivo era mucho más que una fusión de buenos componentes. Era un coche de competición que lucía un diseño exterior muy fino, casi exótico; estaba equipado con el mejor desarrollo tecnológico y exhibía el factor más anhelado por todos los fabricantes de vehículos de máximo rendimiento: la fiabilidad; una de las especialidades de la casa y que nadie puede negarle a Porsche.
Zuffenhausen se caracteriza desde siempre por otorgarle un valor añadido a cada una de sus creaciones, el cual se multiplica en cada producto que alcanza el éxito porque nunca lo obtiene de cualquier manera, si no demostrando que es posible rozar (si es que no es posible alcanzarla) la perfección en la combinación de diseño más rendimiento.
La impresionante doble victoria en Le Mans
El 911 GT1 98 es una clara evidencia de esta búsqueda de la perfección. En 1997, los cambios reglamentarios desestabilizaron mucho al equipo Porsche, que tuvo que rebajar sus pretensiones para, al curso siguiente, coincidiendo con su 50 aniversario, alcanzar la gloria absoluta.
Durante el desarrollo de las 24 Horas de Le Mans de 1998, al principio, los Porsche se vieron superados por los poderosos Toyota GT One; pero, hacia la mitad de la carrera, uno de ellos sufrió un accidente y, poco después, el otro tuvo que abandonar por una avería. Los siempre combativos BMW y McLaren también fueron padeciendo diferentes contratiempos, dejando vía libre a los dos 911 GT1.
Le Mans no perdona y la fiabilidad de los Porsche se vio gratamente recompensada en un aniversario de ensueño. Los Porsche 911 GT1 98 llegaron en primera y segunda posición en la general, logrando una impresionante doble victoria al dominar a los prototipos de la categoría LMP, presuntamente superiores.
El champagne lo descorcharon el trío de pilotos formado por Allan McNish, Stéphane Ortelli y Laurent Aiello; el segundo escalón del podio lo saborearon Jörg Müller, Uwe Alzen y Bob Wollek, aunque este fue, en realidad, una auténtica fiesta para todos.