Porsche, la joya de la corona
Sea lo impresionante que sea una colección, con Porsche siempre puede aumentar aún más su valor.
La pasión por los deportivos es una emoción capaz de contextualizar por completo una vida. Algunos fans de estas obras maestras de la ingeniería elevan su admiración al siguiente nivel creando sus propios museos privados al coleccionar algunos de los ejemplares más icónicos. Y aún así, existe una forma de alcanzar aún más la exclusividad y autenticidad del carácter de estas colecciones, ya de por sí únicas, con Porsche.
Un 911 GT3 con sangre real
Una de las colecciones de arte privadas más importantes del mundo tiene como protagonista para su dueño un Porsche 911 GT3.
Se trata de la Wilton House, probablemente la mejor residencia del siglo XVII del Reino Unido, situada en unas 5.700 hectáreas de campiña en Wiltshire, y de su propietario desde hace más de cuatro siglos, Lord Pembroke, desde los 26 años de edad el también diseñador William Herbert, 18º conde de Pembroke.
Entre las responsabilidades y obligaciones que imponen las tradiciones, Herbert encuentra distracción en su colección de deportivos, especialmente al volante de un 911 GT3 Touring plateado.
El conde recuerda tener esa pasión por los coches desde muy pequeño. Reconoce que algunas series de televisión americanas de los ochenta como “El coche fantástico” pudieron haber influido en esta afición. Sin embargo, lleva el espíritu racing en la sangre, ya que ya hubo un Lord Pembroke, su bisabuelo, que incluso llegó a participar en alguna competición del siglo XX.
A día de hoy, lo que en su día fue una escuela de equitación, hoy es el refugio de una impresionante colección de coches deportivos clásicos y modernos, a la que, no sin esfuerzo y paciencia, el conde logró incluir su favorito para el día a día, el 911 GT3. Herbert se enamoró del modelo tras conducir el GT3 de un buen amigo y quedar absolutamente impresionado por su velocidad, su motor y sus sensaciones al volante. Tras volver a probarlo en Silverstone, la decisión estaba tomada, tenía que estar en su colección.
Se decantó por el paquete Touring debido a su posición y la necesidad de la misma de pasar desapercibido. Sin embargo, con Porsche, esto no significaría renunciar a las mejores prestaciones.
La búsqueda duró casi un año, con la ayuda de varios concesionarios y Centros Porsche para encontrar una unidad con las especificaciones adecuadas. Cuando finalmente apareció una, Lord Pembroke lo reservó sin ni siquiera verlo personalmente, lo tenía claro.
Un monoplaza de los cincuenta sin corazón
Michelle Hambly-Grobler tiene un hueco especial en su colección reservado a una pieza aún más singular, el corazón que en su día propulsó al Porsche 718 RS 61 Spyder del “campeón sin corona” Stirling Moss.
La coleccionista lleva en la sangre el amor por los deportivos, ya que, tanto su abuelo como su padre y su tío, ya estuvieron condujeron su vida por los caminos del motor. A día de hoy, Michelle participa en rallyes y otro tipo de carreras, además de ser una cazadora implacable a la hora de obtener las piezas de su colección.
Aunque comenzó coleccionando los míticos V8 estadounidenses, hace ya más de 20 años, su objeto de deseo cambió al probar el Porsche 911 Carrera RS de un conocido. Tras ello, un 911 S se convirtió en su primer Porsche. Hoy conforman la colección un tractor Porsche Diesel Junior de 1958, que su dueña a veces utiliza para hacer la compra, un Speedster verde Fiordo del mismo año, varios 911 con las letras S, T, E o SC, así como dos 911 Targa, un 911 GT3 RS, un Cayman GT4, dos 911 Turbo de la Serie G y un 928 S. Por ese y otros motivos, en 2015, Michelle Hambly-Grobler fue elegida Personalidad Internacional de Porsche de ese año.
Pero Michelle Hambly-Grobler siente que su garaje no está completo, aún le falta lo más importante: el motor Carrera. Desde hace años busca un motor para un monoplaza de más de 60 años que rescató de un granero en Hermanus y que participó en el extinto Gran Premio de Sudáfrica de Fórmula 1. El monoplaza fue elegido por Michelle debido a su gran parecido con el Porsche 718 RS 61 Spyder con el que Stirling Moss participaba en carreras de resistencia. Su fabricación data de 1959, ya ha sido restaurado por fuera y aguarda aparcado en el garaje de Michelle, desde 2020, a que la coleccionista encuentre el motor Porsche que le falta y que está buscando por todo el mundo. Un motor original Carrera tipo 547, con una cilindrada de 1.587 centímetros cúbicos.
El Porsche 935 ganador de Le Mans
El coleccionista Bruce Meyes es un apasionado del automóvil en general, de Le Mans en particular y muy en concreto de Porsche. En su garaje, lleno de automóviles icónicos, destaca sobre todos el coche de competición Porsche 935 de 800 CV.
Meyes comenzó su colección con un Porsche 356. Desde entonces, ha albergado innumerables modelos de Porsche a lo largo de más de seis décadas, desde coches de carretera como el 356 A Speedster, que acabó vendiendo a Steve McQueen, hasta un 911 Turbo (993) del año 1996, pasando por el 911 GT3 (992) con pack Touring. De entre todos ellos, el más emblemático es el Porsche 935 K3 de Kremer que con Klaus Ludwig, Don Whittington y Bill Whittington al volante, se convirtió en el primer coche con motor trasero que ganó Le Mans, además del único desarrollado a partir de un 911 de serie.
Con su frontal anguloso, sus agresivas aletas, su zaga fuertemente definida y su llamativo alerón trasero, el 935 tiene un aspecto impresionante. Un sinfín de pequeños detalles ayudaron a alcanzar velocidades máximas, desde los retrovisores reducidos hasta los paneles laterales sobre las aletas traseras.
No obstante, por importantes que sean los detalles, el alma de esta máquina es su motor bóxer biturbo de 6 cilindros y 3.0 litros. Tenía que facilitar adelantamientos, alcanzar altas velocidades durante horas y, además, ser eficiente. Y, de hecho, así lo hizo.