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Las carreras de montaña convertidas en un Porsche: el Boxster Bergspyder

El Boxster Bergspyder fue un tributo radical al espíritu de competición en montaña e inspirado en el Porsche más ligero de todos los tiempos, el Porsche 909. Ligereza extrema, diseño monoplaza y tecnología purista al servicio de una experiencia sin filtros.

La historia de Porsche está marcada por la capacidad de innovar sin perder de vista la herencia. Cada nuevo desarrollo parte del respeto absoluto por los iconos del pasado. En ese cruce de caminos entre tradición e ingeniería contemporánea nació uno de los prototipos más radicales que ha creado Porsche en las últimas décadas: el Boxster Bergspyder.

En 2015, el equipo de desarrollo del Departamento de Proyectos Especiales en Weissach recibió el encargo de reinterpretar la esencia del Porsche 909 Bergspyder, un modelo de competición ultraligero de finales de los años 60 concebido para las carreras de montaña. Su nombre, “Bergspyder”, se traduce literalmente como “espía de montaña”, y su objetivo original era subir más rápido que nadie. Solo se fabricaron unas pocas unidades del 909, considerado todavía hoy como el Porsche más ligero de todos los tiempos, con apenas 384 kilos.

El Porsche 909 Bergspyder, desarrollado en 1968, fue un ejercicio extremo de ingeniería que utilizaba soluciones nunca vistas en la marca hasta entonces. Su chasis tubular de aluminio estaba cubierto por una carrocería en fibra y paneles plásticos, y el depósito de combustible estaba presurizado, eliminando la bomba para ahorrar peso. También se prescindía de la batería y de cualquier sistema eléctrico innecesario. Todo en el coche estaba diseñado para eliminar gramos: incluso se empleaban tornillos de titanio y una instrumentación mínima. Con su motor bóxer de ocho cilindros y 275 CV, era capaz de acelerar brutalmente en tramos de subida como los de la Targa Florio o el Rossfeldrennen.

Inspirado en esa filosofía de máxima ligereza y funcionalidad, el prototipo de 2015 utilizó como base la plataforma del Boxster 981. A partir de ahí, todo se diseñó para reducir al máximo el peso y optimizar la experiencia de conducción. El resultado fue un monoplaza sin techo, sin tiradores exteriores, sin capota ni parabrisas tradicional, con una cubierta plástica envolvente que evocaba la de su antecesor de los 60.

El interior también se diseñó con el objetivo de aligerar al modelo lo máximo posible. Se eliminaron los sistemas de confort: aire acondicionado, sistema de infoentretenimiento, aislamiento acústico, elevalunas eléctricos o incluso mecanismos eléctricos de los asientos. Se utilizó un solo asiento, se recortaron los paneles y se incorporaron soluciones provenientes del 918 Spyder, como el cuadro de instrumentos digital. La eliminación de todos estos sistemas responde a una filosofía purista: aligerar al máximo para buscar una experiencia de conducción directa y sin distracciones. Gracias a estas decisiones, el peso final se situó en 1.099 kg, muy por debajo del Boxster convencional de su época.

En cuanto a la mecánica, el Bergspyder heredó el propulsor del Cayman GT4 (981). Un motor atmosférico de 3.8 litros y seis cilindros opuestos que desarrollaba 393 CV, asociado a una transmisión manual de seis velocidades. Esto le permitía acelerar de 0 a 100 km/h en poco más de 4 segundos. Sin embargo, más allá de la cifra de potencia o de la velocidad punta, lo que destacaba era la sensación pura de pilotaje, sin filtros ni artificios.

Estéticamente, el coche estaba pintado en blanco con acentos verdes, evocando los colores históricos del Porsche 909 Bergspyder. La aerodinámica fue optimizada mediante una cubierta trasera alargada que mejoraba el flujo de aire y ofrecía una imagen reconocible al instante. En el paso de rueda delantero derecho se integraba una toma de aire funcional y el escape trasero adoptaba una configuración central.

A pesar del interés que generó el prototipo y del entusiasmo que suscitó entre algunos potenciales clientes, el Boxster Bergspyder no pasó de la fase de estudio. Según el propio equipo de desarrollo, la configuración radical del coche y su homologación como monoplaza sin parabrisas planteaban serias dificultades legales para su producción en serie, especialmente en mercados clave como Alemania o Estados Unidos.

Aun así, el ejercicio fue valioso para demostrar hasta dónde puede llegar Porsche cuando se propone reinterpretar su pasado con tecnología actual. El Boxster Bergspyder se mostró por primera vez en el Salón de Ginebra en 2019, donde fue recibido con sorpresa y admiración por parte del público y la prensa especializada. Su presencia marcaba un nuevo hito en la serie de prototipos conceptuales que, aunque no llegan a la producción, sirven como demostración de capacidades.

El proceso de desarrollo fue especialmente complejo. Se estudiaron materiales ultraligeros como fibra de carbono, compuestos termoplásticos de alta resistencia y sistemas de fijación que permitieran modularidad sin perder rigidez. También se optimizó la refrigeración del motor mediante conductos rediseñados y entradas estratégicas en la cubierta trasera. Se probó en pista junto a otras variantes del Boxster y Cayman para contrastar tiempos por vuelta, sensación de conducción y resistencia al calor.

En la actualidad, la unidad construida permanece bajo custodia de Porsche y forma parte de su colección interna. El Bergspyder es uno de esos modelos que, a pesar de no haberse fabricado en serie, ya tiene un lugar reservado en la historia de la ingeniería de Zuffenhausen. No por sus cifras, sino por lo que representa: la búsqueda continua del equilibrio perfecto entre ligereza, rendimiento y herencia.