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Historia Porsche: Cartel "1968 Targa Florio"
La crónica de la Targa Florio de 1968 de Vic Elford es una de las mejores de toda la historia de la carrera. El británico siempre fue muy rápido en la mítica carrera siciliana, donde logró establecer la vuelta más rápida hasta en tres eventos diferentes. Se podría decir del piloto londinense que, de tanto repetir el circuito, había memorizado la mayor parte del estrecho y temerario recorrido.
A pesar del fuerte viento que arreciaba la costa de Palermo aquel día, el sol brillaba en el cielo y los aficionados y componentes del equipo Porsche se mostraban especialmente optimistas aquel Junio del 68. Más aún con la ausencia de los motores grandes de Ferrari, su habitual competidor.
Todos se las prometían muy felices hasta que sucedió un inesperado contratiempo que lo cambió todo a pocos kilómetros del inicio.
Justo después de la aldea de Cerda, la tuerca de seguridad de la rueda trasera derecha del Porsche 907 de Elford se desenroscó y la misma se deslizó por los pasadores hasta casi salirse por completo. Se detuvo, saltó del coche, sacó la enorme llave inglesa que llevaba en el capó del coche, apretó la tuerca y se puso en marcha de nuevo. A su llegada a Polizzi Generosa, el siguiente municipio de la ruta, se detuvo de nuevo para cambiar la nuez de la rueda que le estaba dando problemas.
Lejos de solucionarlo y ante la perplejidad del anglosajón, la misma tuerca volvía a soltarse poco después; con tan mala suerte que sucedió en mitad una curva rápida y, con la pérdida repentina de la propulsión, el coche derrapó y acabó golpeando contra un bordillo, multiplicando los problemas del piloto favorito de Porsche para esta carrera.
Esta vez, reventó también el neumático delantero derecho del 907. Muchos habrían renunciado ante semejante panorama, pero Elford no. Con la ayuda de los espectadores, que hicieron las veces de gato para el coche, levantándolo, apretó la tuerca de nuevo, colocó la rueda de repuesto, tiró con rabia las herramientas en el asiento del pasajero y reanudó la marcha hasta que los mecánicos estuvieron operativos y pudieron reparar por completo el coche.
Con las cuatro ruedas nuevas montadas y otra de repuesto por si acaso, en la vuelta dos de diez, el 907 de Elford sufría una desventaja con la cabeza de 18 minutos. Sin nada que perder ya, aceptó con orgullo el reto y condujo con la mayor osadía que pudo el resto de la carrera.
Sus siguientes dos vueltas fueron impropias de la dificultad del circuito, marcando primero la vuelta rápida y mejorándola dos segundos inmediatamente después. Su vertiginoso ritmo lo llevó al séptimo puesto en la general al final de la cuarta vuelta. Era el turno de su compañero. Maglioli le hizo el relevo con la esperanza de lograr la machada gracias a los problemas que estaban teniendo los líderes de la carrera.
El italiano, que mantuvo con gran derroche de habilidad el ritmo frenético de su colega, sólo pilotó durante las siguientes tres vueltas; en la siete volvió Elford a los mandos y, antes del final de la novena, ya dominaban la prueba. El británico completaba la última vuelta sin problemas, pero con la mayor de las incertidumbres. Era todo un misterio saber si el 907 iba a aguantar la presión, pero lo hizo.
Vic Elford había completado una remontada histórica, prodigiosa, casi de ciencia ficción. El gesto de su rostro al final de la carrea mostraba la felicidad propia de la victoria, pero mezclada con una mueca casi de incredulidad ante lo sucedido. No era para menos. Acababa de lograr una hazaña al alcance de muy pocos que ilustraba a la perfección el espíritu competitivo de la marca y el carácter necesario para ser piloto de Porsche: ser combativo siempre, hasta el final.
Desde aquella carrera, Porsche cambió por primera vez su política de mostrar solo a sus automóviles en los carteles de victoria y, en esta ocasión, el póster fue diseñado con la imagen sonriente del gran protagonista de la victoria: Vic Elford. El londinense venció, contra todo pronóstico, tras superar todos los escollos que le plantó la, eternamente compleja, carrera siciliana. Si hay algo que Porsche recompensa siempre es el hecho no rendirse nunca.
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