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Janis Joplin

Janis Joplin y su Porsche 356C 1600 Cabriolet

Esta es la historia de la dueña del Porsche más hippie que vas a ver.

Ya sea por su rugido de leona o por sumarse a la lista de artistas que se despiden de la vida a los 27, a Janis Joplin ninguna rockera de hoy le puede borrar la fama. De pequeña, sus padres la llevaban a la Iglesia de Cristo y soñaban con que fuese maestra. Una chica buena del sur de la que pudieran estar orgullosos. Ni de broma. Entre la facultad de bellas artes de Austin, Texas, y los bares donde cantaba, Janis supo que su casa estaba donde estuvieran los músicos, el rock, la pintura, el blues. Joven y feroz, Janis disfrutó de la vida, se enamoró ygrabó pistas caseras con una máquina de escribir como percusión. 

Janis Joplin intentó mudarse a otro lugar, casarse, ser aquella chica responsable con la que fantaseaba su familia, pero lo cierto es que nunca se le dio bien hacerlo. Aterrizó en San Francisco, donde encontró a Big Brother and the Holding Company, con quienes grabaría su primer álbum. Libre y cerca de la música, Joplin creció, hizo sombra a su banda y se puso a la altura de los Who, Hendrix y Otis Redding en los festivales de la época. Brillaba en Woodstock. Todos decían que era demasiado buena, demasiado prodigiosa cuando cantaba. En el escenario, Janis era una diosa arropada. Al bajar, se le caía el mundo encima. 

Janis vivía en un torbellino de aplausos, amistades que iban y venían en conciertos masivos. Fuera donde fuera, Joplin tenía un compañero de viaje inseparable: su Porsche 356C 1600 Cabriolet. En un principio, el modelo de la cantante era blanco, pero ese estilo puro no iba con ella, y consiguió que su amigo Dave Richards pintara sobre la superficie el origen del universo, una obra e icono hippie que ardía por donde pasaba. Cada vez que lo dejaba aparcado, la ciudad dónde estaba la artista le dejaba notas de admiración sobre el capó. Desde San Francisco a Los Ángeles, su Cabriolet recorrió cada momento de euforia y éxito de Joplin. Un domingo 4 de octubre, el músico John Cooke fue a visitarla. Encontró su emblemático Porsche aparcado en el hotel, y a la rockera sin vida junto a la cama. De estrella pasaba a leyenda.

Su Porsche entonces pasó por varias manos. Su manager lo condujo orgulloso durante varios años hasta que quedó aparcado en el salón de la fama de Cleveland. Se convirtió en un objeto mágico de culto, tanto de Joplin como del espíritu rebelde y libre de la época. ¿Puedes visitarlo? Me temo que no. En 2015 su familia decidió subastarlo, y ahora está en manos de un enamorado que pagó 1,5 millones de dólares por llevar el volante del Porsche que guarda el espíritu de los sesenta.


Escrito por: Javier del Campo

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