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Un frío fuera de lo común
Poniendo a prueba al Panamera Turbo Sport Turismo en las heladas pistas de los surfistas del Mar del Norte.
La rápida y estrecha A66 atraviesa las montañas de Los Peninos en el norte de Inglaterra. A casi 1400 pies sobre el nivel del mar, es un objetivo habitual de ventiscas repentinas e intensas en invierno, y esta noche no es una excepción. A bajo cero en el termómetro, en mitad de la noche, un coche solitario avanza a pesar de todo, firme y decidido, hacia el punto más septentrional del continente británico para buscar un hueco en el que hacer surf en mitad del invierno.
Los faros del Panamera Turbo iluminan la densa ventisca, con unos limpiaparabrisas frenéticos, unas ruedas traseras de 20 pulgadas y unos neumáticos 315/35 ZR 20 que trazan el margen de la nieve helada que recubre los arcenes y se extiende gradualmente por la carretera.
Cuando Porsche presentó el Sport Turismo en el Salón del Automóvil de Ginebra, el pasado mes de marzo, las posibilidades eran ilimitadas. Niveles ejecutivos de lujo, rendimiento de supercoche con turbo y unos niveles sin precedentes de funcionalidad. ¿Qué clase de aventura podría hacerle justicia?
El punto óptimo en esta gama cada vez más diversa
Un viaje en coche épico, carreteras más que desafiantes a través de un paisaje impresionante hacia un lugar remoto, y una cita con uno de los deportistas más recios del planeta. Todo muy Sport Turismo. Pero a medida que se reduce la visibilidad y el aire gélido se intensifica, con 400 millas aún por delante, ¿no es ir demasiado lejos?
El Panamera Turbo Sport Turismo es, para muchos, el punto óptimo en esta gama cada vez más diversa; más ligero y ágil que el invencible Turbo S E-Hybrid con un poco más de dos toneladas, capaz de llegar a las 188 mph y de superar las 62 mph en unos impresionantes 3,8 segundos. El espacio del maletero es de 520 litros, y hay algo en la línea del techo y en la parte trasera reinventada que parece ejercer algo de magia sobre todo el mundo.
Resulta que el sistema de tracción a las cuatro ruedas y la enorme cantidad de goma reglamentaria demuestran ser más que suficientes para mantener al Sport Turismo sobre el asfalto, y las millas, por muy tensas que sean, siguen pasando.
El hombre al final de este viaje es algo así como un enigma. Mark Boyd es un surfista profesional que representa a su Escocia natal en el escenario internacional mientras compite para sí mismo al más alto nivel. Ha surfeado por todo el mundo, con destinos que incluyen Indonesia y Costa Rica, pero su zona favorita es 58,6º norte, en el pueblecito escocés de Thurso.
Las ráfagas de nieve azotan al Panamera
El Sport Turismo entra en Thurso con las primeras luces al día siguiente y se dirige directamente a la costa por un camino agrícola lleno de baches hacia un cenagal con maquinaria agrícola oxidada. Una alambrada separa al coche de un centenar de metros de charcos entre rocas que llevan al feroz y espumeante Mar del Norte. El viento sopla desde el este y el aguanieve empieza a posarse en las ventanas.
En esta época del año hay muy poca luz del día, con un amanecer que empieza a las 9 de la mañana y un anochecer que llega sobre las 3 de la tarde. Mark utiliza la puerta trasera del Sport Turismo como parapeto mientras saca el traje de neopreno, la botas y los guantes aún húmedos del día anterior.
Las ráfagas de nieve azotan al coche mientras él encera tranquilamente su tabla. El mar está lleno de olas grises, entrecortadas por ráfagas de viento, que golpean duramente en la bahía a nuestra izquierda. Mark elige su camino cuidadosamente por las rocas y se dirige en silencio a surfear.
Empezó a surfear en la costa de Moray a los 14 años. Un lugar en el equipo de surf escocés y varias competiciones nacionales e internacionales han hecho crecer su reputación en los últimos años, pero es su extremada reciedumbre la que lo hace tan especial.
Mark lucha contra las olas agitadas y difíciles con considerables momentos de calma entre series. Espera pacientemente en el mar de fondo, con su pequeña tabla totalmente sumergida. No es más que una pequeña figura negra en la inmensidad de colinas cubiertas de nieve de las islas Orcadas a lo lejos.
Vuelve después de más de dos horas, con las mejillas rosadas y satisfecho. “Cada día del año estaré allí”, explica mientras se dirige de nuevo al santuario del coche, “mientras hayan olas”.
Parece que Mark y su pequeño grupo de compañeros surfistas de Caithness están hechos de otra pasta. Mark se vuelve a poner una sudadera y unos vaqueros rasgados y ata su tabla al techo del Sport Turismo. La luz se está yendo y un sol naranja intenso se asoma detrás de las nubes, envolviendo a Thurso con un aspecto ligeramente engañoso de calidez mientras las primeras farolas empiezan a encenderse.
Surfear en el norte de Escocia
¿Así que éste es el lugar? Nada que ver con el cálido Caribe o el cristalino Océano Índico. Mark piensa durante un instante mientras entramos en el pueblo. “Me gusta dejar atrás el frío de vez en cuando y dirigirme a climas más cálidos – es un descanso agradable – pero sin duda me siento unido al norte de Escocia y a las olas que conozco tan bien. Diría que en el fondo soy un surfista de aguas frías”.
Para cuando el kit está guardado, está oscuro, excepto por las luces de un ferry que surca las aguas en dirección a Stromness. El suelo está congelado bajo los pies y está cayendo otra nevada en los campos detrás del pueblo. Hay más de 800 millas hasta llegar a casa y el tiempo está empeorando.
El Panamera sale en silencio del pueblo y el tranquilizador sonido de sus tubos de escape retumba en los muros de piedra seca cubiertos de nieve. El suave ritmo de los limpiaparabrisas marca el progreso lento y constante hacia el sur. El viento ruge notoriamente a través del portaequipajes vacío durante todo el camino de vuelta a casa. Mark Boyd ha demostrado ser un hombre difícil de olvidar.
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